Capítulo 7
Toco tu boca, con un
dedo toco el borde de
tu boca, voy
dibujándola
como si saliera de mi
mano, como
si por primera vez
tu boca se entreabriera,
y me basta cerrar los
ojos para deshacerlo todo
y recomenzar,
…
hago nacer cada
vez la boca que deseo,
la boca que mi mano
elige y te dibuja,
una boca elegida entre
todas, con soberana
libertad
…
elegida por mi
para dibujarla
con mi mano
en tu cara,
y que por un azar
que no busco comprender
coincide exactamente con
tu boca
que sonríe por
debajo de la
que mi mano
te dibuja.
Me mirás, de
cerca me mirás, cada vez
más y entonces
jugamos al cíclope,
nos miramos
cada vez más cerca
y los ojos
se agrandan,
se acercan entre si,
se superponen
y los cíclopes se miran
respirando confundidos,
las bocas se encuentran
y luchan tibiamente,
apoyando apenas la
lengua en los dientes.
Y si nos ahogamos
en un breve y terrible
absorber simultaneo
del aliento,
esa instantánea
muerte es bella,
y si nos mordemos,
el dolor es dulce.
Y hay una sola
saliva y un solo
sabor a fruta
madura, y
yo te siento
temblar contra mi
como una luna
en el agua.
Capítulo 8 Mariposas acuáticas
Una alegría absurda nos
tomaba de la cintura, y vos
cantabas arrastrándome al mundo
de los peces suspendidos del aire.
Sacan las peceras, los
grandes bocales a la calle y
entre turistas y coleccionistas cuelgan
esferas de agua que el sol mezcla con el aire.
Nos íbamos acercando a
la tienda de nuestra amiga que
te dijo «El agua fría los mata, es
triste el agua fría…»
Los mirábamos jugando a
acercar los ojos al vidrio lo
que encolerizaba a vendedoras, armadas
con redes de cazar mariposas acuáticas.
Descubríamos entre nuestras
exclamaciones enfurecedoras los
matices de colores, los
comportamientos, los amores, las formas.
La vida se instala en formas que
de filo desaparecen;
un golpe de aleta y está
de nuevo, monstruosamente.
Lentos pájaros fríos que
giran danzando dulcemente. Nos
emborrachábamos de metáforas, era el
tiempo delincuescente.
Capítulo 93 Era un hombre que se creía un hombre
En el principio,
era un hombre que se creía un hombre,
argentino compadrón, con un buen gusto aceptable,
la historia de la raza humana bien sabida, los períodos
artísticos, las nuevas tecnologías.
Era un hombre que se creía un hombre,
en París donde el amor se llama con todos los nombres
de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las camas,
de todos los sueños, de olvidos, de recuerdos.
Me estas alcanzando
una manzana
y yo dejé los dientes
en la mesada.
Era un hombre que se creía un hombre,
Para vos la operación del amor es tan sencilla.
Te curarás, porque vivís en la salud. Es como cambiar de
corpiño, tras de mi habrá otro cualquiera.
Era un hombre que se creía un hombre,
no te quiero por que la sangre me llame a quererte,
no te quiero por vos ni por mi ni por los dos, te quiero pues no sos
mía, porque estás del otro lado.
Me invitás a saltar
y no puedo dar el salto.
No se sostiene un puente
de un solo lado.
Era un hombre que se creía un hombre,
temeroso de pasiones sin razón de aguas profundas.
Madre mía, que burrada infinita, en París
donde el amor se llama con todos los nombres.
Dadora de infinito,
yo no se tomar.
Ya está bien así,
bye.
Capítulo 68 Apenas él le amalaba el noema, a ella
Sintiendo como...
poco a poco
las arnillas se espejunaban,
se iban apeltronando,
reduplimiendo
hasta quedar tendido
como el trimalciato de ergomanina
al que se le agregaron
unas fílulas de cariaconcia.
Apenas él...
le amalaba el noema,
a ella se le agolpaba el clémiso
y caían en hidromurias,
en salvajes ambonios.
Y cuando él procuraba
relamar las incompelusas
tenía que envulsionarse
de cara al nóvalo.
Y sin embargo era
apenas el principio,
porque en un momento dado
ella se tordulaba
los hurgalios consintiendo
en que él aproximara
suavemente
sus orfelunios.
Cuando se entreplumaban
algo como un
ulucordio
los encrestoriaba
los extrayuxtaba
los paramovía,
de pronto,
era el clinón.
La esterfurosa convulcante de las mátricas,
la jadehollante embocapluvia del orgumio
los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa.
¡Evohé! ¡Evohé!
Valposados en la cresta del murelio,
se sentían balparamar, perlinos y márulos,
y todo se resolviraba
en carinias casi crueles
que los ordopenaban
hasta el límite de las gunfias
Capítulo 104 La vida, como...
La vida, como un comentario
de otra cosa que no alcanzamos,
y que está ahí al alcance del salto
que no damos.
La vida, un ballet sobre un
tema histórico, una historia
sobre un hecho vivido, un hecho vivido
sobre un hecho real.
La vida, fotografía del número,
posesión en las tinieblas
(¿mujer, monstruo?),
proxeneta de la muerte.
La vida, espléndida baraja,
tarot de claves olvidadas
que unas manos gotosas rebajan
a un triste solitario.
40 CAPITULOS DE RAYUELA EN CLAVE POÉTICA EN EL SIGUIENTE VINCULO
No hay comentarios.:
Publicar un comentario